BORGES.
Borges. Raúl Ifran.
Borges.
Ahora
que subyace en el abismo
dueño
de las eternas dimensiones
yo sé
que va a encontrarse con Lugones
que
aprueba con placer “El otro, el mismo”.
Y bajo
el sol de las perdidas tardes
va a
reencontrar nuestro poeta ciego
el rayo
clamoroso de Carriego
y el
eterno soneto de Bernárdez.
Y más
aún, después de la partida,
en pos
de su raíz, firme y profundo,
querrá
alcanzar la sombra de Facundo
y el
último secreto de Laprida.
Deambulará
por sórdidos rincones
de un
tiempo fuera de los calendarios,
entre
cruces sangrientos de facones
y
percales batiendo el vecindario.
Hay
otro Buenos Aires, flor del fango,
dormido
en su memoria y sus entrañas
con el
cuchillo bravo de Muraña
sacándole
relámpagos al tango.
Un
Buenos Aires de hoscos arrabales,
de arroyos,
de carretas y galpones
donde
solían tallar los bandoneones
y a
veces viboreaban los puñales.
Hoy
conoce la clave del misterio
del
eterno retorno, el ciclo eterno,
la
ubicación exacta del infierno
que se
llevó Alighieri al cementerio.
Un
argentino fue, todo vehemencia,
todo
pasión. Hoy ronda sus lugares,
cabalga
al fin junto al abuelo Suárez,
el
granadero de la Independencia.
Raúl Ifran.
Felicidades
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