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Mostrando entradas de mayo, 2020

BORGES.

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Borges. Raúl Ifran. Borges. Ahora que subyace en el abismo dueño de las eternas dimensiones yo sé que va a encontrarse con Lugones que aprueba con placer “El otro, el mismo”. Y bajo el sol de las perdidas tardes va a reencontrar nuestro poeta ciego el rayo clamoroso de Carriego y el eterno soneto de Bernárdez. Y más aún, después de la partida, en pos de su raíz, firme y profundo, querrá alcanzar la sombra de Facundo y el último secreto de Laprida. Deambulará por sórdidos rincones de un tiempo fuera de los calendarios, entre cruces sangrientos de facones y percales batiendo el vecindario. Hay otro Buenos Aires, flor del fango, dormido en su memoria y sus entrañas con el cuchillo bravo de Muraña sacándole relámpagos al tango. Un Buenos Aires de hoscos arrabales, de arroyos, de carretas y galpones donde solían tallar los bandoneones y a veces viboreaban los puñales. Hoy conoce la clave del misterio d

SONETO AL VINO.

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Hombre con vaso de vino. Modigliani. Soneto al vino Boca, nariz y ojos, estoy listo para catar del vino su secreto; cada color es algo nunca visto, cada sabor tiene su propio reto. “Antes degusto el vino, luego existo” diría Descartes en su mamotreto; “Bebed que esta es mi sangre” dijo Cristo con autorización del Paracleto. El vino es arte y es filosofía, tiene forma y color, cuerpo y textura, tiene preguntas y conocimientos. Bebo la historia en cada enología, aprendo a ser con la vinicultura, mi destino está escrito en los sarmientos. Raúl Ifran.

PELUSA YA NO SIENTE MIEDO.

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Velorio. Damián Ibarguren. PELUSA YA NO SIENTE MIEDO Le decíamos Pelusa, pero su nombre de pila, que a menudo olvidábamos, era Eduviges. Un nombre antiguo y severo al que su aspecto hacía honor. Era menuda, no medía más de un metro y medio de altura, levemente entrada en carnes, con un rostro rubicundo, coronado por una mata de cabello blanco siempre batido, y dominado por dos ojos redondos y muy celestes, tanto que parecían transparentes. Era muy amable y siempre estaba de buen humor. Su sonrisa parecía parte de su indumentaria cotidiana. Rondaba los sesenta años. Siempre vestía impecable, aunque a causa de su mermado físico, nada le lucía. Gustaba usar unos trajecitos de pollera y chaqueta a los que combinaba con sus infaltables tacones y sombrero al tono. Su única excentricidad eran los grandes anteojos para sol con armazón blanco y los aros y colgantes, unos más exagerados que los otros. No era de hablar mucho, pero escuchaba a todos. Cuando en el taller de cost

EL ESPEJO DEL EXTRANJERO.

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Moro sosteniendo un espejo. Mariano Fortuny. “ EL ESPEJO DEL EXTRANJERO ”. El nuevo departamento es modesto, casi miserable. Es húmedo, de paredes descascaradas. La pequeña ventana no alcanza a agredir la constante penumbra. Parece que uno puede atravesar cualquier frontera geográfica, pero nunca las fronteras de la pobreza. Se puede huir de los machetes y las piedras de los mercenarios, pero no de la cimitarra del hambre. Sin embargo es algo alentador no escuchar el rumor de la guerra del otro lado de la puerta. Esto ya es un gran triunfo. A veces, al despertar, escucha pasos y se sobresalta. ¡Son los blancos, o los azules, o los verdes, o los rojos! No conozco el nombre que diferencia la sangre en su patria. En todos lados hay nombres que tratan de diferenciar la creación de Dios. Y los hombres persiguen y matan blandiendo esa diferencia como bandera. Pasado el primer instante de estupor, sentado en el borde de la cama, con el corazón agitado por el miedo, entiende

VIENTOS DE GUERRA.

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La guerra. Henry Rousseau. Vientos de guerra. Soplan vientos de guerra. Siempre, en algún lugar, está la guerra tan puta, tan fatal, tan poca cosa, tan matando los sueños de la tierra. Por donde pasa ella ya no crece ni el pasto, ni la luz, ni la esperanza y las puertas cerradas se estremecen, y de matar la muerte no se cansa. Y es para todos el dolor de todos, de los niños que entienden y no entienden, que sacan sus juguetes por el lodo y a restar y a morir, en tanto, aprenden. De los jóvenes que sueñan con un lejos de otro país, de otro lugar la sombra viendo crecer la vida en los espejos, escuchando la muerte que los nombra. De las madres que esperan una carta que no llega, no llega, se demora, ay la guerra mal rayo que la parta, no hay hora tan atroz como esta hora. Vamos, poetas, a cantar un día un canto que reparta paz; sea nuestro fusil la poesía, no se precisa más.  Raúl Ifran

LA PATRONA DE "EL VASQUITO"

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El Almacén de la esquina. Roque Vega. La patrona de "El vasquito". Arantza Etxeberría, patrona de “El Vasquito”, descargaba las bolsas de papa como si fuera un hombre. Un mechón rubio y lacio le cruzaba siempre la cara donde resaltaban sus ojos azules, afilados como lanzas. Tenía la piel muy blanca y rara vez la vimos sonreír. Hace cincuenta años era una mujer muy bella, pero nosotros éramos muy niños para apreciar la belleza de una mujer. No recuerdo haber visto un toque de rubor en sus mejillas, de rouge en sus labios o de sombra en sus párpados. Todo fue natural en su vida. Sangre y trabajo. Atendía el forraje mientras su marido iba y venía con un carro tirado por un percherón cargado con carbón y leña. El delantal era parte de su presencia, pues apenas los parroquianos le daban un respiro, corría hacia el interior de la casa, en el mismo edificio, para dedicarse a los quehaceres domésticos. A menudo nos atendía secándose las manos con un repasador, mien

ESTACIONADO.

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El viejo coche rojo. Oleksiy Tsuper. El semáforo cambió a luz verde otra vez, y todos aceleran   tratando de dejar atrás este momento de cenizas; y yo me quedo estacionado viendo cómo se escapa la calle de mi infancia; y ahí nomás está mi escuela, y de una vereda a la otra apenas son cincuenta años que me hacen creer que soy uno de los niños en medio de la marea de guardapolvos y de flequillos y de mochilas y de gritos. y veo a mis hijos pequeñitos corriendo por la plaza, sin presentir el sentido trágico de la vida, acortando la felicidad irresponsable a cada giro, ahí enfrente, a través del parabrisas; pero ellos ya son hombres y no están conmigo, y tienen sus propias tristezas en los ojos y hablamos poco, hola papá, hola nene, ¿Cómo estás? Y nos mentimos con un todo bien, nos vemos algún día. Y me parece reconocer a mi madre con los labios rojos y el pelo renegrido, y los tacones altos retumbando por la acera; sin embarg

HABITANTE DEL PATIO.

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El patio. Pedro Figari. Tanto cielo azul y yo tan puerto gris; tanto mundo allá y yo en el patio. Cuántas alas libres y yo raíz. Atrás de una ventana silbo un tango. Y el silbido aventado por la tarde se va, se va y el horizonte alcanza y más allá también, y yo soy nadie todo nariz pegada en la ventana. ¿Quién hizo el mundo y para quién? No tengo pasaporte ni pasaje y hay tanto cielo sobre tanto tren y hay tanto, tanto mar siempre de viaje. El mundo gira alrededor del patio donde la vida a tiempo se profuga, y nada nuevo bajo el sol, no hay cambio; sólo el espejo y una más arruga. Unas abejas liban los aromos, dos libélulas danzan en la luna, en el patio no hay nada y está todo igual que un universo en miniatura. Un libro es todo lo que necesito. Un libro con su magia de palabras. No un barco, no un avión, tan solo un libro y dos versos de pies, dos versos de alas. Raúl Ifran. 

TRES PALOMAS.

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Tres Palomas. Cuadro de Pablo Picasso. Tres palomas. Tres palomas posadas en un cable,   tres puntos suspensivos que cuestionan adónde el mundo va si alguno sabe que es más de lo que saben tres palomas. Adónde el mundo va con tanta prisa con esas caras de becerros tristes si a tres palomas bástales la brisa, bástales agua, bástales alpiste. En tanto al mundo siempre falta algo, siempre le falta un cinco para el peso, a tres palomas bástales que el árbol se abra las hojas en mitad del viento. El mundo dos por tres arma una guerra y se matan los unos a los otros para ganar un palmo más de tierra en un abrir y en un cerrar de ojos. Mas, tres palomas pósanse en un cable y ven abajo, muy abajo el mundo y por si acaso, por si alguno sabe, le expliquen a qué va con tanto apuro. Raúl Ifran.